
Si señores soy un viejo lleno de frases hechas:
En estás composiciones tema "la vaca" que todos las semanas me mando, recetadas por mis psiquiatras para alejarme del mundanal kilombo, muchas veces he pecado de soberbio creyendo que nuestros hijos eran especiales para el rugby argentino.
Y en realidad son muy especiales para nosotros, sus padres y fanáticos incondicionales. Pero para el resto (sobre todo para los muchachos de Banco Nación) son algunos más de los miles que, gracias a Dios, juegan al rugby todos los sábados en distintos clubes.
Que los videos, que las fotos, que bien que juegan, que lindos que son, que hacen caca solos, etc etc. Son algunos de los comentarios con los que todos los sábados nos llenamos la boca.
Pero muchachos, aunque no lo parezcan: SON NORMALES (de nuevo las gracias al Señor).
Si son normales y aunque no lo fueran serían nuestros hijos, eso tiene mucho de subjetividad.
No nacieron sabiendo jugar; estuvieron años para aprender a hacer pis solos y todavía mean afuera del hinodoro o en la tabla. A los cinco años, que yo sepa, ninguno compuso una sinfonía y a gatas se acordaban la letra de las canciones de Piñon Fijo. Cuando tuvieron su primer pelota de rugby no hicieron ni un rever, ni un drop. Algunos la patearon al grito de gol y cuando vieron que no iba derechita la dejaron abajo de la cama durante meses.
Muchos, por los recuerdos propios, los llevamos a jugar al rugby. Inconcientemente les impusimos el placer por este deporte; otros lo hicieron para sacarlos de los jueguitos los sábados o por que les gustó el grupo de vándalos.
De repente, nos encontramos que jugaban y como jugaban. Nos entusiasmamos y pusimos en marcha un máquina de presión, sin querer pero muy efectiva, que los hace ser un poco como son.
Yo soy, creo, el primer culpable y el primero en apretar el boton con la única autoridad que tengo; la de ser el Padre de Pepe. Mi historia en este deporte no fue precisamente un camino al triunfo. Hace mucho tiempo jugue en un equipo de rugby llamado Porteño. Equipo que nunca supero la zona 3. Me acuerdo de todos los partidos que gane y creo que me sobran los dedos de las manos para hacer el recuento. Qué decir de los trys que hice, con una me alcanza. Sin embargo, entre las cosas más felices de mi vida estan esos partidos perdidos por mucho, los pocos trys hechos, los golpes y el sacrificio de ir a jugar.
Por todo esto señores yo voy a estar al costado de la cancha para que mi hijo me mire y no para que me escuche critícandolo, o diciendole cosas que yo nunca pude hacer; para darle un abrazo y para correr cuando se lastime. Respetando a rajatabla todas las decisiones que los entrenadores tomen y cuidándolo como el ser más especial, para mi, de todos los que allí esten presentes. Dejándolo que se frustre cuando sea necesario para que aprenda y pueda tomar las decisiones que crea correctas.
La frase que eligo para el final de esta carta de redención me la dijo un gran entrenador que tuve.
Para ser jugador de rugby hay que en un partido pasar veinticinco veces, por lo menos, debajo de tu propios palos. A la vez veintiseis preguntarte, sufriendo como un marrano: que carajo estoy haciendo aca. Y el sábado siguiente estar de nuevo jugando como sí nada hubiera ocurrido. Eso sí, trata de acordarte las cagadas que cometieron vos y tus compañeros en el partido anterior, para aprender y tratar de mejorar. Pero pibe, aca se disfruta como se sufre eso lo hace especial.
Bienvenido al rugby.
Por favor:
No tomen esto como ningún ejemplo, a gatas puedo aconsejar que calle tomar para llegar a mi casa sin perderse. Tomenlo como lo que es: una disculpa, por someter a cierto exitismo a mi hijo y a sus compañeros.
JUAN CARLOS PATERNITI
PECADOR ARREPENTIDO
En estás composiciones tema "la vaca" que todos las semanas me mando, recetadas por mis psiquiatras para alejarme del mundanal kilombo, muchas veces he pecado de soberbio creyendo que nuestros hijos eran especiales para el rugby argentino.
Y en realidad son muy especiales para nosotros, sus padres y fanáticos incondicionales. Pero para el resto (sobre todo para los muchachos de Banco Nación) son algunos más de los miles que, gracias a Dios, juegan al rugby todos los sábados en distintos clubes.
Que los videos, que las fotos, que bien que juegan, que lindos que son, que hacen caca solos, etc etc. Son algunos de los comentarios con los que todos los sábados nos llenamos la boca.
Pero muchachos, aunque no lo parezcan: SON NORMALES (de nuevo las gracias al Señor).
Si son normales y aunque no lo fueran serían nuestros hijos, eso tiene mucho de subjetividad.
No nacieron sabiendo jugar; estuvieron años para aprender a hacer pis solos y todavía mean afuera del hinodoro o en la tabla. A los cinco años, que yo sepa, ninguno compuso una sinfonía y a gatas se acordaban la letra de las canciones de Piñon Fijo. Cuando tuvieron su primer pelota de rugby no hicieron ni un rever, ni un drop. Algunos la patearon al grito de gol y cuando vieron que no iba derechita la dejaron abajo de la cama durante meses.
Muchos, por los recuerdos propios, los llevamos a jugar al rugby. Inconcientemente les impusimos el placer por este deporte; otros lo hicieron para sacarlos de los jueguitos los sábados o por que les gustó el grupo de vándalos.
De repente, nos encontramos que jugaban y como jugaban. Nos entusiasmamos y pusimos en marcha un máquina de presión, sin querer pero muy efectiva, que los hace ser un poco como son.
Yo soy, creo, el primer culpable y el primero en apretar el boton con la única autoridad que tengo; la de ser el Padre de Pepe. Mi historia en este deporte no fue precisamente un camino al triunfo. Hace mucho tiempo jugue en un equipo de rugby llamado Porteño. Equipo que nunca supero la zona 3. Me acuerdo de todos los partidos que gane y creo que me sobran los dedos de las manos para hacer el recuento. Qué decir de los trys que hice, con una me alcanza. Sin embargo, entre las cosas más felices de mi vida estan esos partidos perdidos por mucho, los pocos trys hechos, los golpes y el sacrificio de ir a jugar.
Por todo esto señores yo voy a estar al costado de la cancha para que mi hijo me mire y no para que me escuche critícandolo, o diciendole cosas que yo nunca pude hacer; para darle un abrazo y para correr cuando se lastime. Respetando a rajatabla todas las decisiones que los entrenadores tomen y cuidándolo como el ser más especial, para mi, de todos los que allí esten presentes. Dejándolo que se frustre cuando sea necesario para que aprenda y pueda tomar las decisiones que crea correctas.
La frase que eligo para el final de esta carta de redención me la dijo un gran entrenador que tuve.
Para ser jugador de rugby hay que en un partido pasar veinticinco veces, por lo menos, debajo de tu propios palos. A la vez veintiseis preguntarte, sufriendo como un marrano: que carajo estoy haciendo aca. Y el sábado siguiente estar de nuevo jugando como sí nada hubiera ocurrido. Eso sí, trata de acordarte las cagadas que cometieron vos y tus compañeros en el partido anterior, para aprender y tratar de mejorar. Pero pibe, aca se disfruta como se sufre eso lo hace especial.
Bienvenido al rugby.
Por favor:
No tomen esto como ningún ejemplo, a gatas puedo aconsejar que calle tomar para llegar a mi casa sin perderse. Tomenlo como lo que es: una disculpa, por someter a cierto exitismo a mi hijo y a sus compañeros.
JUAN CARLOS PATERNITI
PECADOR ARREPENTIDO
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